La Alcalá de Córdoba: el pueblo cordobés que olvidó su nombre
Curiosidades de la provincia
Situado en la campiña cordobesa, este pequeño pueblo de Córdoba, de unos cuantos miles de habitantes, llegó a tener hasta cinco nombres
Diario CÓRDOBA
Sevilla tiene dos; Jaén cuenta con una; muy conocida es también la madrileña, pero, ¿sabías que Córdoba también tuvo su Alcalá? De Guadaira, de Henares, la Real… Cada una tiene su apellido y sus encantos. Las hay en toda España -más de una quincena- porque el topónimo, de origen árabe, es muy común. Al-qal’at significa ‘el castillo’ y durante el dominio árabe de la Península Ibérica se denominó así a algunas poblaciones donde estas fortalezas tenían una importante presencia.
Situado en la campiña cordobesa, este pequeño pueblo de Córdoba, de unos cuantos miles de habitantes, llegó a tener hasta cinco nombres. Nombres casi olvidados ya. Y uno de ellos fue Alcalá.
A los pies del castillo
El castillo es, precisamente, el protagonista de este municipio. Los orígenes de la fortificación actual se remontan al siglo XIII, pero la población se fundó a principios del XIV a los pies de la fortaleza. La Ucubi de tiempos íberos, que pasó a denominarse Attubi en latín y Al-Calat para los árabes, recibió posteriormente varios nombres: Torres de Pay Arias, Alcalá (ya en castellano), Aleola, Espeio o Espexo. Hoy en día, los cordobeses conocen a este pueblo como Espejo.
Las raíces de la localidad, como se conoce actualmente, se encuentran en unas tierras recibidas por la familia Pay Arias en el siglo XIII como recompensa por su labor en la Reconquista. Fernando IV dio su aprobación para repoblar aquellos terrenos donde olivos, cereales y viñedos dan sus frutos. Entrado el siglo XIV, Pay Arias de Castro, quien era embajador de Fernando IV en Aviñón, logra consagrar su dominio de las tierras con el consentimiento del papa Clemente V.
Una fortificación peculiar
Calles empinadas de casas blancas que se extienden, como tentáculos, desde el castillo de Alcalat componen la imagen del Espejo actual. Y en este pueblo, cuya vida ha girado siempre alrededor de la fortaleza, no puede pasar desapercibida la historia de una de las fortificaciones mejor conservadas de España. La Casa de Osuna lo convirtió en palacio y cuidó del conjunto mientras lo utilizaba como residencia.
El pueblo se asienta en el Cerro de la Carrascosa, superando los 400 metros de altitud. El castillo domina la colina y el horizonte de esta parte de la campiña. La construcción no solo mantiene impecablemente su aspecto exterior, sino que, además, conserva unas dependencias bien amuebladas con objetos de la época y un interesante mundo interior en el que la historia discurre por archivos, bibliotecas y mazmorras.
El castillo ducal de Espejo fue restaurado y transformado para ser habitable, para dotarlo de funciones residenciales. Esta particularidad, lejos de restarle riqueza, lo hace quizás más especial, pues no es habitual encontrar fortificaciones con estas características, huellas que los nuevos tiempos han dejado en el protagonista principal de ‘la Alcalá cordobesa’.